Capítulo 20
El viaje hacia Withw fue muy intenso, por lo que llegaron al caer la noche. Leith esperaba un séquito de demonios, pero apenas encontraron unos pocos. Tras derrotarles con facilidad el grupo decidió montar sus tiendas allí. Snieg y Jan decidieron alejarse un poco del grupo para poder descansar. Leith hizo una hoguera y se sentó al lado de Yael.
—Tengo las piernas entumecidas de montar en Snieg —se quejó Katara.
—Es impresionante que hayas podido domar a un dragón —reconoció Eiko.
—Ese es mi poder. En el pasado hubiera sido domadora de dragones y sería alguien respetado por todos, pero con la casi extinción de este animal ahora soy más una forma de conseguir dinero. Coleccionan las partes del dragón como si fueran vasijas, es repugnante. Y todo por culpa de los humanos —dijo Katara asqueada.
—Por eso se creó distintas razas, para frenar a los humanos. El equilibrio siempre fue a su favor, pero al menos la gran conquista de los humanos finalizó. A pesar de ello, para entonces habían conseguido extinguir varias razas de animales y otras estaban casi extintas, como los dragones —explicó Yael.
—Hay humanos que son buenos como los reyes de Erde y Stein —recordó Leith.
—Tiene razón. Hay almas buenas y malas en todas las razas. No olvidemos a los siete ángeles oscuros e incluso hay un dios maligno, Azrael —dijo Eiko.
—Es el balance —intervino Yael —Siempre debe haber un balance entre luz y oscuridad, incluso entre los dioses. De hecho, el papel que ahora desempeña Azrael no lo escogió, sino que se le fue asignado. ¿Por qué creéis que encerraron a Hela?
—Es decir que nosotros somos los culpables de todo lo que está pasando ahora, incluido la posible destrucción de nuestro mundo —contestó Eiko.
—En cierto sentido sí, pero el papel de Azrael se limitaba a controlar las almas oscuras y a castigarlas en el Averno. Al principio se limitó a cumplir las órdenes, pero supongo que sólo estaba planeado esta guerra —finalizó Leith.
—Un momento si Azrael es necesario para el balance entre luz y oscuridad… ¿qué sucederá si vencemos? —preguntó Katara.
Todo el mundo se miró inquieto y Yael rompió el silencio —Bueno se debería crear a un dios que desempeñe ese papel.
—¿Y no hay más opciones? —quiso saber Katara.
Leith dudativa le contestó —Sí, pero es una opción desesperada.
—¿Cuál es? —preguntó curiosa Katara.
—Disolver la divinidad y la magia en el mundo. Incluso Kali se convertiría en un ángel oscuro. Sólo existirían los ángeles y los demonios para llevar a las almas a Ciel o al Averno. El transcurso del mundo quedaría en las manos de los humanos y demás razas no divinas. Podría pasar como al inicio del mundo y que empezaran a destruirlo todo y a matarse entre sí —contestó Yael.
—Esperemos que nada de eso suceda y que podamos seguir contando con los dioses de Ciel para guiar nuestro mundo —dijo Eiko.
—Debemos aprovechar estos momentos y vivirlos intensamente porque nunca se sabe cuándo será el final. Lucharemos una guerra de dioses para intentar que ese final llegue lo más tarde posible. No podemos rendirnos porque entonces ya habremos perdido nuestro futuro. Solo si luchamos podemos vencer —afirmó Leith.
Todos se miraron entre sí y sonrieron. Yael cogió la mano de Leith —Hoy descansaremos y mañana esperaremos a que llegue el ejército. Y cuando se vuelvan a abrir las puertas del Averno lucharemos.
Todo el mundo pareció estar de acuerdo, aquella pequeña conversación había calmado muchos nervios y temores. Y aunque el miedo no había desaparecido del todo en sus corazones, ahora estaban más dispuestos que nunca a dejar todo eso a un lado para enfrentarse a su destino.
En Kusha los distintos ejércitos ya habían partido hacia Withw como si fueran uno solo. Ámber veía partir a su esposo con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado. Sus padres, Zenón y Vita, la abrazaban intentando reconfortarla.
Bastian, Marcia y los gemelos se habían mudado dentro de palacio. Habían adecuado un pequeño salón como casa para ellos. La guardia real eran los únicos hombres que no habían partido hacia la guerra y eran la última defensa que tenía Kusha. Aunque poco importaba si perdían aquella última batalla entonces nada podría salvarles.
Al llegar la noche los hombres liderados por Samir, Huor y Thoron habían recorrido una gran parte del camino. Estarían en Withw antes de la hora de almorzar si partían temprano. Así pues, decidieron descansar en una gran explanada para pasar la noche.
Al mismo tiempo un joven kender pelirrojo llegaba hasta Yambú extasiado. Gracias a su camino secreto y a Hest había alcanzado su destino en un tiempo récord. Al llegar hasta el palacio Emer dejó a Hest en los establos del mismo y decidió entrar en el palacio. A pesar de ser muy tarde los reyes de Stein le recibieron cordialmente.
—Los ambarinos siempre me sorprenden —reconoció Marajá —¿Qué sucede?
Emer algo extasiado se tranquilizó y por fin pudo hablar —He venido para entregaros una importante noticia. La Guerra de Dioses ha comenzado, algunos ambarinos han partido hacia Withw precedidos poco después de los ejércitos que se asentaban en Kusha. Debéis enviar a vuestros hombres a su encuentro, exceptuando a la guardia real y a un servidor para vuestra protección.
Marajá miró a uno de sus soldados —Ya lo has oído. Dar orden a mis hombres que partan al alba hacia Withw —el soldado salió corriendo —Gracias por venir tan apresuradamente para darnos esta importante noticia. Podréis descansar en la misma habitación de la última vez. Ahora debéis descansar, vuestro viaje os ha tenido dejar casi sin fuerzas.
Emer hizo una leve reverencia y se marchó a su habitación. Nada más llegar se lanzó sobre la cama y se quedó profundamente dormido. Al día siguiente una gran luz le despertó, al lado de su cama le habían puesto su desayuno encima de la mesita de noche. Emer lo devoró con ansias y al finalizar fue a ducharse. Tras finalizar se vistió y fue a visitar a los reyes de Stein. Les estaban esperando en el jardín conversando entre ellos. Emer se sentó a su lado y tras un cordial saludo se unió a la conversación.
—Dime Emer. Si conseguimos ganar esta guerra. ¿Qué tienes pensado hacer? —le preguntó Rainha.
—Pues no lo sé —contestó él —Supongo que continuar con los ambarinos.
—La reina y yo hemos estado hablando y nos gustaría que volvieras a Stein. Serías el espía de la realeza y el protector de nuestro hijo Rabi.
—Es una sugerencia muy tentadora, pero la última vez que estuve aquí casi me cuelgan en la horca por un crimen que nunca cometí —recordó Emer.
—Lo sentimos, de verdad —admitió Rainha —Pero Yambú siempre ha sido tu hogar y tu posición sería muy distinta a la que tenías antes. Además, estamos dispuestos a comprometernos a mejorar nuestros soldados para que se vuelva a repetir tu historia.
—Tendrías un sueldo bastante sustancioso, una habitación en el palacio, armas y herramientas gratis para desarrollar tu trabajo, y además gozarás de una gran posición.
—Bueno llegado el caso, me lo pensaré —aceptó Emer el consejo de Marajá.
Los reyes asintieron aceptando su respuesta, la guerra aún debía librarse y ganarse.
En Withw los ejércitos por fin habían llegado fueron montando las tiendas para los soldados en una explanada cerca del templo, pero lejos de dónde se habían abierto las puertas del Averno, pues allí era dónde tendría lugar la batalla. Leith apartó a Katara a un lugar alejado, para poder hablar con ella.
—¿Estás preparada? —preguntó Leith.
Katara seria asintió —Si mi muerte es necesaria para que venzas a Azrael, pues que así sea. ¿Acaso hay alternativa?
—¡Si la hay! —gritó Eiko desesperada mientras corría hacia ellas —Por favor, madre…escucha lo que tengo que decir —Leith asintió como respuesta —Yo también tengo sangre de Liv por mis venas. Yo podría darte esa parte de mí y así Katara sólo tendría que cederte parte de su poder y nadie tendría que morir.
—Es muy arriesgado —contestó Leith.
—Pero funcionará —respondió Eiko —Por favor… déjame que te ayude.
—¿Por qué arriesgas tú vida por mí? —preguntó Katara.
—Simplemente no quiero que mueras si puedo evitarlo —confesó Eiko.
Leith asintió tras ver la cara de su hija —De acuerdo.
Leith alzó las manos, Eiko y Katara cogieron una mano cada una, y tras concentrarse comenzó a notar como el poder empezaba a llegarle. Una luz se emitió de las tres y tras un minuto que pareció eterno permanecieron así hasta que al final la luz cesó. Las tres se miraron, Katara y Eiko habían envejecido unos años, pero seguían siendo muy jóvenes. Era el precio que habían pagado, ahora ambas parecían tener veinte años. El cambio no era muy notorio, pero ambas lo sintieron en sus corazones.
—¿Y ahora qué? —preguntó Eiko.
—Ahora debemos esperar —respondió Leith y dicho esto se marchó.
Katara miró a Eiko —¿Soy la única que lo ha sentido?
Eiko negó —Yo también lo he sentido. Si antes era complicado que creyesen que era hija de Leith imagínate ahora.
Katara sonrió —Desde que te conozco siempre has sido mucho más que la hija de Leith. Te has labrado tu propio reconocimiento en la batalla y te has ganado el cariño de todos nosotros, incluyéndome a mí.
—Gracias. Yo no sé qué habría hecho en tu lugar. Sin saber lo que soy ni quien soy…
—Es extraño hace poco que sé de mi verdadera condición, pero siempre estuvo ahí, dentro de mí. Sólo necesitaba encontrar a alguien que creyese en mí.
—Cuando pienso que no puedes ser más increíble vas y me sorprendes una vez más.
Katara sonrió —Tú has sacrificado tu línea de sangre por mí. Jamás podré superar algo así. Lo único que deseo ahora es seguir formando parte de este grupo, vosotros os habéis convertido en mi familia. Estaba dispuesta a morir por ello, pero gracias a ti no he tenido que hacerlo. Gracias.
—Lo hice porque creía que era lo correcto. Además, tú te has convertido también en una persona muy importante para mí. Para mí eres algo más que mi compañera.
—Lo sé, y para mí tú también.
Ambas se miraron intensamente y entonces las llamaron para ir a comer con el resto el grupo así que caminaron juntas hasta allí en silencio. Tras una comida relajante se fueron a las tiendas para descansar, lo más probable es que lucharan dentro de poco así que debían de estar muy alerta.
Mientras tanto Kali por fin había llegado a Ciel pasando totalmente desapercibida, era una de las ventajas de ser Kali. Estando allí había cogido una túnica blanca para tapar su apariencia. Su primera parada fue en la habitación de Moira, pero caminando hasta allí vio cómo comenzaba a correr hacia el gran salón de Lhasa. Kali corrió detrás de ella, Moira sabía sus planes, no podía dejarla escapar. La alcanzó en el gran salón y tras lanzarle su látigo Moira cayó al suelo y se golpeó la cabeza quedando inconsciente.
Kali caminó hasta ella y observó que en su mano tenía un frasco. Tras coger el frasco escuchó pasos así que se alejó corriendo hacia la habitación de Moira. Encima de la mesa había una bola mágica que usaba Moira para poder ver sus visiones. Kali pudo comprobar la última visión de Moira y sonrió alegre. Sorprendentemente aquello favorecía su causa y entonces comprendió que el frasco que sostenía contenía una nueva visión. Se quedó un tiempo mirando el frasco hasta que la visión apareció y tal y como sospechaba Kali aparecía en ella. Nadie debía ver aquella visión si quería que su plan funcionara así que tiró el frasco en la chimenea y usando un poco de su poder los destruyó. Decidió ir directamente hasta la sala de tesoros, allí hallaría lo que estaba buscando… La guadaña de Hela. Kali salió de la habitación y caminó hasta la sala de tesoros, no había nadie que le impidiera el camino. Kali sonrió su plan no podía ir mejor. Entonces escuchó como un estruendo y Ciel empezó a oscurecer. Las puertas del Averno se acaban de abrir. La guerra de dioses había comenzado.
En Withw unas horas después de comer mientras los soldados afilaban las armas el suelo comenzó a templar. Las Puertas del Averno aparecieron en mitad del desierto, pero eran tan grandes que podían divisarlas desde dónde estaban. Unas enormes puertas de hierro negro surgidas de un halo de oscuridad. Los soldados corrieron hasta una posición alejada del campamento para formar filas.
Leith se adelantó y miró a sus soldados —Yo soy un arcángel enviado desde Ciel con la misión de proteger Sapta Dvipa, mi esposo es un ángel que donó sus alas para mantener las puertas del Averno cerradas mientras eliminábamos a los ángeles oscuros oscuros, mi hija es Eiko y Katara es una semidiosa. Nosotros somos los guerreros que envía los dioses de Ciel ya que los dioses no pueden permanecer en este mundo mucho tiempo o se desvanecen y no quedan casi ningún otro semidios o ángel por culpa de la guerra que también se ha librado en Ciel mientras nosotros librábamos la nuestra aquí. Nosotros y este ejército es lo único que podemos contar para vencer a los demonios que van a salir de esa puerta. No va a ser una tarea fácil y mucho de vosotros moriréis hoy, pero si tenemos alguna posibilidad de proteger Sapta Dvipa únicamente es gracias a los dioses de Ciel. No dejemos que todas las muertes que hemos llorado y aquellas que vamos a tener hoy sean en vano. ¡Vamos a ganar esta guerra! ¿Y sabéis por qué? Porque nosotros tenemos algo por lo que luchar. ¡Por el futuro! ¡Por Sapta Dvipa!
Todos los soldados gritaron eufóricos y entonces de las puertas comenzaron a salir cientos de demonios de todas las clases y tamaños. Katara montada sobre Snieg y Yael sobre Jan fueron a por los demonios voladores más grandes mientras que Eiko y Leith se dirigieron hacia los que querían atacar a Samir.
Los primeros demonios murieron en las lanzas de los soldados y tantos otros por flechas o por las piedras de catapultas. Eran tantos demonios, que claramente estaban en desventaja numérica. No obstante, al estar mejor entrenados y formados que los demonios resistían por el momento bastante bien.
Katara montada sobre Snieg le ordenó disparar fuego contra varios demonios que se acercaron hasta ella y éstos cayeron al suelo calcinados. Sin embargo, delante de ella apareció un enorme demonio gris volador con cuerpo de dragón y una cola con púas que podía manejar a su antojo. Su cabeza con forma de martillo tenía tres cuernos, una boca con tres filas de dientes y un único ojo. Era desde luego un demonio muy poderoso, no sería fácil derrotarle.
Katara esquivó con Snieg los ataques que le lanzaba el demonio y consiguió herirle en un brazo de gravedad. Katara ordenó a Snieg que atacara a las piernas y ella saltó sobre el lomo del demonio cual soltó un enorme grito.
Al escuchar el grito Eiko se giró y vio que Katara comenzaba a tener problemas. Snieg se había marchado herido tras arrancarle una pierna al demonio y Katara esquivaba a la cola del demonio. Eiko fue en su ayuda enseguida, volando lo más rápido que podía.
Mientras tanto Yael se estaba enfrentando a una arpía, pero un demonio consiguió herir muy gravemente a Jan y tuvo que descender mientras luchaba con el demonio. Tras matar al demonio, notó como chocaban con el suelo. Yael fue corriendo para intentar curar a Jan, pero era demasiado tarde.
Yael no pudo evitar que un par de lágrimas resbalaran por su rostro, pero no pensaba dejar que Jan muriera en vano. Yael usó su poder para traspasar las alas de Jan a su espalda, no eran como las suyas, pero servirían. Así pues, Yael alzó el vuelo y comenzó de nuevo a luchar, matando a los demonios uno a uno con su espada.
Skoll le arrancó la cabeza a uno de los demonios, con su forma licántropa era mucho más fuerte, ágil y peligroso. Amarok y Hati también usaban su forma licántropa, pero no se arriesgaban tanto como Skoll.
Los gigantes abrían paso a la caballería y protegían a los soldados más vulnerables. Taliogh lanzó a un demonio por los aires y al siguiente le aplastó la cabeza. Una flecha de Huor se clavó sobre un demonio volador sin extremidades, eran de pelos con dientes afilados y ojos luminosos. Su poder principal era escupir veneno. Era bastantes molestos y acabar con uno de ellos era toda una satisfacción.
Leith estaba luchando cuerpo a cuerpo con una especie de demonio rocoso con ojos rojos y cuatro extremidades, cuando apareció detrás de ella una masa deforme gelatinosa de fuego. Leith le lanzó otro hechizo de luz al demonio gelatinoso, pero sólo consiguió hacerlo más grande. Leith alzó sus alas y escapó, Yael era el único capaz de vencer a ese demonio. Como si le hubiera leído la mente Yael apareció detrás de ella, congeló al demonio y lo rompió con su espada. El demonio quedó reducido a cenizas y ambos se abrazaron.
Eiko por fin llegó hasta Katara y pudo salvarla de las garras del demonio, pero este las perseguía. De pronto fue alcanzado por varias bolas de luz que rompieron parte de sus alas y provocó que empezara a caer. Snieg había vuelto para ayudarlas.
Eiko con Katara en brazos se acercó hasta Snieg y montaron sobre su lomo. Tras bajar a Katara puso sus manos sobre Snieg y le curó sus heridas.
Escucharon como el dragón iba a caer sobre Samir, pero un gran haz de luz lo redujo a cenizas. Eiko miró agradecida a su madre y ella le devolvió la sonrisa. Estaban empezado a ganar la batalla, sin los demonios más grandes los otros eran presa fácil de las flechas, piedras y otros ataques.
De repente una gran nube negra surgió de las puertas del Averno y todo mundo supo inmediatamente de quién se trataba; era Azrael. En el cielo se formó una figura demoníaca oscura, con ojos brillantes y provocó que el cielo se pintara de rojo oscuro.
En mitad de la explanada se creó un círculo de hielo alrededor de Leith, lo había hecho Yael para que Leith pudiera luchar más cómodamente contra Azrael sin que la importunaran los demonios. Así pues, Leith desenfundó a Verlian; con las alas plegadas, pero continuando en su espalda; y se puso enfrente de Azrael mientras el viento ondeaba su melena. Pasaron apenas unos segundos, pero parecieron horas.
—¡Ha llegado la hora Azrael! ¡Vamos lucha conmigo!
Azrael se rió siniestramente —No has cambiado nada Leith y tampoco has aprendido nada. ¡Eres una necia insensata!
—¡Y tú un cobarde! —Leith le lanzó un potente hechizo de luz que provocó que Azrael se retorciera —¡Terminemos esto de una vez Azrael!
—¡No tengo tiempo para esto! —gritó Azrael.
De pronto un viento inmensamente fuerte y una potente luz hicieron que Azrael gritara impotente. Mitsuko lanzó a Azrael hasta el círculo de hielo y con olas de viento provocó que todos los demonios voladores salieran disparados hacia la puerta del Averno, provocado así que se taponaran. Acto seguido se marchó entre las nubes, podría volver dentro de un rato, pero ahora debía regresar a Ciel o se desvanecería.
Mientras los ejércitos se enfrentaban con los demonios consiguiendo poco a poco la victoria Leith debía enfrentarse sola a Azrael. Azrael que había recuperado su forma más humana miró con odio a Leith. En sus manos sostenía su nuevo espadón, a pesar de haber perdido mucho poder seguía siendo muy poderoso. Leith profirió el primer ataque que Azrael esquivó sin problemas, utilizando sus alas sorteó la respuesta de Azrael.
Uno a otro ambos se enzarzaron en un duelo sin precedentes, tras varios golpes Leith había conseguido herir varias veces a Azrael mientras que él sólo había conseguido un par de rasguños.
Azrael arremetió con fuerza contra Leith, pero ella dio un salto hacia atrás y usando sus alas se alejó de Azrael. Azrael saltó hacia Leith poniendo la espada entre medio de ambos, pero Leith giró sobre sí misma en el cielo y paró su ataque desestabilizando así a Azrael y haciéndole caer. Leith aprovechó el impulso de su vuelo para acometer un potente ataque que no pudo parar. Leith bajó de nuevo al suelo y miró a Azrael.
Azrael estaba furioso, con su poder de oscuridad alcanzó a Ran en un brazo y tuvo que pararse para curarse. Azrael rió victorioso, pero Leith respondió con dureza con un potente ataque de luz que le dejó bastante aturdido. Leith aprovechó para propinarle una serie de ataques con su espada que dejaría a Azrael casi sin salidas.
Utilizando todo el poder que le quedaba Azrael se convirtió en una potente sombra negra y volvió a recuperar sus fuerzas. Leith algo cansada volvió a arremeter contra Azrael, pero se encontró con su espada. Leith tuvo que esquivar a continuación varios ataques de sombras y atravesó a la sombra con su espada.
La sombra fue de nuevo convirtiéndose en Azrael, pero no tenía casi daños. Leith estaba empezado a desesperarse cuando recordó que ella tenía sangre, eso era lo único que podía derrotar a Azrael. Así pues, Leith se hizo un pequeño corte en el brazo y cubrió su espada con ella y comenzó a lanzar ataques sin piedad sobre Azrael hasta que por fin pudo alcanzarle con varios de ellos y Azrael comenzó a debilitarse, mostrándose cada vez más deshecho.
En un momento desesperado Azrael agarró a Leith por los tobillos y la hizo caer, clavo su espada en una de sus piernas, pero Leith aprovechó el momento para atravesar el pecho con su espada. Por los ojos de Azrael comenzó a salir sangre, y Leith le arremetió el golpe final. Su sangre estaba entrando en el interior de Azrael y le estaba destrozando por el interior. La luz comenzó a devorar las sombras de Azrael desde dentro. Leith aguantaba la espada dentro de Azrael, sabiendo que cuanto más tiempo estuviera allí más débil se sentiría y si no terminaba pronto con Azrael entonces moriría.
Leith aguantó hasta que Azrael quedó reducido a cenizas y cayó al suelo exhausta.
De pronto el muro de hielo comenzó a caer y los demonios corrieron hacia Leith, pero Yael intervino justo a tiempo y salvó a Leith alejándola del campo de batalla volando.
Yael llevaba a Leith en los brazos inconscientes hasta el campamento, dónde estaría segura de los demonios, aún tenían que asestar el último golpe a sus enemigos.
Huor cabalgó por el campo de batalla mientras hundía su espada en los corazones de los demonios y clavaba las flechas que le quedaban en las cabezas de otros demonios. Snieg lanzaba bolas de fuego y Eiko bolas de nieve.
Los soldados poco a poco se abrían paso sobre las filas de los demonios. El choque de las espadas y los gritos de guerra resonaban en el desierto. Mientras los soldados luchaban por la victoria Yael cuidaba de Leith e intentaba que se despertara.
—¡Leith! —gritó Yael —Por favor dime algo.
Leith aturdida abrió los ojos —¿Lo he conseguido? ¿Azrael ha muerto?
Yael la abrazó emocionado asintió —Sí, lo has conseguido. No sabes lo que me alegra volver a oír tu voz.
Leith sonrió algo dolorida —Yo también. ¿Eiko está bien?
—Sigue luchando contra los demonios. De tal palo tal astilla, ¿no?
Leith asintió —Supongo que ahora me has salvado estamos en paz.
Yael no pudo evitar una sonrisa —Sí, podemos dejarlo en tablas —Yael le dio un apasionado beso en los labios a Leith y la miró con cariño —Después de todo lo que ha pasado parece que por fin podemos comenzar nuestra vida juntos.
—Este es el principio de nuestra aventura juntos.
Durante ese tiempo Kali había conseguido llegar hasta la sala de los tesoros y ahora se hallaba delante de la guadaña de Hela, el arma que contenía la esencia de la muerte. A Kali le temblaban las manos. Si quería que su plan funcionase debía destruir a su madre y la única manera de hacerlo era con esa guadaña. La guadaña negra reposaba dentro de una vitrina en mitad de la sala. El suelo de mármol hacia juego con las columnas que sostenían la estancia, y la decoración era ostentosa. Kali se acercó hasta la vitrina y tras romper el cristal cogió la guadaña. Nada más cogerla sintió como un nuevo poder la invadía, era algo tan inmenso que parecía que iba a consumirla por dentro.
Kali cayó de rodillas aguantándose con la guadaña y su apariencia fue cambiando a alguien aún más oscura. Ahora llevaba puesto un top negro de cuero ceñido al cuerpo con escote en forma de corazón, unos pantalones cortos y por encima de estos una falda hecha con cristales negros relucientes que se abría por el medio, unas botas altas negras, una capa negra con cuello y por último un sombrero con cuernos ovalados del mismo color. Al levantarse no solo se veía distinta, sino que se sentía distinta. Sin embargo, tenía claro cuál iba a ser su siguiente paso.
Kali fue directa hasta las habitaciones de Eón, con todo el revuelo apenas habían puesto a dos ángeles custodiándole. Para Kali con todo ese nuevo poder sería sencillo derrotarles.
El primer ángel fue directo hacia ella y tras un par de movimientos su guadaña quedó clavada en su estómago. El segundo ángel le brindó una pelea algo más duradera, incluso tuvo que esquivar varios ataques de luz, pero el resultado fue el mismo. Kali abrió las puertas de la habitación y se encontró con Orión sentado en una silla, leyendo un libro desconocido. Orión tenía el pelo blanco, corto y lacio, los ojos azules y ovalados, la piel blanca y con algunas arrugas, y los rasgos redondos. Orión vestía una túnica blanca larga con una camisa gris debajo y unas sandalias a juego.
Orión al ver a Kali se le cayó el libro de la sorpresa, su rostro mostraba auténtico pavor y Kali no hizo más que confirmar. La guadaña de Kali arrebató la vida de Orión y éste se desvaneció sin más. Entonces empezaron a escucharse como empezaban moverse las lunas en el firmamento, sin Orión las lunas caerían. Pronto el campo de emergencia que las mantenía en el aire cedería y Hela despertaría.
Así que Kali se fue corriendo de la habitación y ascendió hasta la séptima luna. Allí encontró una cueva y dentro de ésta a Hela, aún inconsciente. Kali alzó su guadaña contra su madre y por un segundo sus músculos se quedaron paralizados. Así pues, Kali cerró los ojos y asestó el golpe fatídico. De pronto unas sombras empezaron a salir del cuerpo de Hela y ésta quedó reducida a cenizas. Las sombras destruyeron la luna sobre la cual se posaba Kali y comenzó a expandirse por el cielo, rompiéndolo.
Las lunas comenzaron a caer y con ellas Kali, pero con su nuevo poder pudo crearse unas alas y recuperar el equilibrio. A lo lejos pudo divisar las puertas del Averno y de ellas estaba saliendo Ishmael. Mientras Mitsuko con ayuda de Orisha deshacía las lunas y las apartaba de Sapta Dvipa para enviarlas al mar dónde Eredia las convertía en nuevos continentes.
Kali voló rápidamente hasta Ciel, debía romper el corazón de cristal de la divinidad. Hecho esto todos los dioses se convertirían en humano exceptuando ella misma y Mot. Mot guardaría las almas de luz en Ciel y Kali las almas oscuras en el Averno. Ese sería su tarea, una tarea que terminaría cuando el mundo dejase de existir.
En Withw el cielo comenzó a fracturarse por sombras oscuras y poco después las lunas comenzaron a caer hacia ellos, por suerte Mitsuko, Orisha y Eredia se estaban encargando de que no llegasen hasta ellos. Sin embargo, un nuevo demonio; algo que nunca habían visto antes atravesó a los demonios de las puertas del Averno.
Katara montada sombre Snieg y acompañada por Eiko miraron asombradas al nuevo enemigo al que debían enfrentarse. Y mientras tanto el tapón que había creado Mitsuko con los demonios, se había roto así que ahora empezaban a entrar más demonios.
—¡Mi nombre es Ishmael y soy el nuevo señor del Averno!
— Debemos cerrar las puertas del Averno o seguirán entrando más demonios y apenas nos quedan soldados para hacerles frente.
—¡Y además tenemos que enfrentarnos a Ishmael! —le recordó Katara a Eiko.
—Yo puedo cerrar las puertas, pero necesito que distraigas a Ishmael.
—¡De acuerdo! —aceptó Katara —Ten cuidado.
Eiko asintió —Tú también —Y Eiko salió volando hacia las puertas del Averno.
—¡Eh! ¡Tú! ¡Asqueroso demonio! —gritó Katara.
—¡¿Cómo osas insultarme?! —dijo ofendido Ishmael y comenzó a caminar hacia Katara mientras Eiko volaba hacia las puertas —¡Yo soy Ishmael, señor del Averno!
Katara ordenó a Snieg que le lanzara varias bolas de fuego, eso no hizo más que enfurecer aún más a Ishmael —¡Vamos! ¿Eso es todo lo que sabes hacer?
Ishmael sacó unas potentes alas de su espalda, creadas con magia oscura y fue directamente hacia Katara. Katara le lanzó varios ataques de fuego y ordenó a Snieg que huyera. Entretanto Eiko había alcanzado las puertas, el hechizo que debía hacer a continuación para cerrar las puertas era muy complicado así que se concentró y comenzó a conjurar. Un demonio fue hacia ella, pero una flecha de hielo hizo que se cayera. Era Yael, había dejado a Leith en el campamento al ver que su hija se precipitaba a las puertas del Averno. Entonces una gran ráfaga de viento les inundó, la última luna había sido destruida, pero para ello Mitsuko había tenido que estar demasiado tiempo en Sapta Dvipa. Su forma divina estaba ya muy desgastada por el poder necesario de realizar la proeza que acababa de hacer, así que simplemente desapareció. Las puertas del Averno se cerraron provocado un gran estruendo y que Ishmael se diera la vuelta. Al ver que le habían engañado gritó furioso y se fue directamente a por Eiko, pero ella no estaba sola. Yael y Eiko utilizando sus diversos poderes consiguieron distraer a Ishmael y congelarle provocando que cayera al suelo y se rompiera en cientos de pedacitos, pero no había muerto. De entre los pedazos comenzó a regenerarse un cuerpo humanoide amorfo y de nuevo Ishmael, eso sí, mucho más debilitado les retó a batirse en duelo.
Kali llegó hasta los aposentos de Mot volando, tenía poco tiempo para usar la guadaña antes de que fuera demasiado tarde. Un gran estruendo sonó en el cielo, todas las lunas habían caído, pero no habían causado daños gracias al sacrificio de Mitsuko.
Y allí estaba, el cristal de la divinidad. Aquello que podría terminar con todo aquello de una vez por todas. Kali escuchó unos pasos y vio que era Mot o lo que quedaba de ella, estaba muy débil. Si quisiera podría matarla en aquel preciso instante.
—¿Vas a intentar detenerme? —preguntó escéptica Kali.
—Sé por qué estás aquí Kali. Crees que destruyendo a los dioses salvaras este mundo, pero la verdad es que sólo lo conducirás a su destrucción —Mot le mostró un frasco y lo vertió sobre una fuente —Es una visión que me mostraron nada más al crear a Hela. Ven y observa. Necesitas saberlo para comprenderlo.
Kali se acercó al cristal y clavó su guadaña sobre un cristal azul. El grito de Orisha resonó por todas partes —¡¿Crees que la visión de un posible futuro cambiará mi opinión?! ¡El mundo está mejor sin dioses!
—¿Eso crees? Esta visión no es sobre un futuro es sobre nuestro pasado. Antes de que los dioses vinieran a este mundo, esto fue lo que provocó su primera destrucción.
—¿Este mundo ya existía? —preguntó insólita Kali.
—Bueno, no el mundo que conoces ahora. Eredia se encargó de volver a rehacerlo con Aoni, Orisha y Liv. Sin embargo, podría decirse que este era el mundo que le precedió y por el cuál los dioses nos instalamos en él. Antes de nosotros, el mundo fue creado por el Caos y evolucionó de forma natural. No había ángeles ni demonios, no había distintas razas. Tan sólo había una, los humanos, y ellos solos consiguieron destruir este mundo. Si no hubiera sido por nuestra intervención al crear nuevas razas y al enviar a los ángeles para controlarlos la historia se hubiera repetido una vez más. Cambiando quizás un par de detalles, pero el resultado final hubiera sido exactamente el mismo —explicó Mot.
Kali se acercó y metió la mano en la visión, era cierto… todo lo que le estaba diciendo era verdad —¿Por qué ocultaste esto?
—No lo hice. La primera que lo vio fue mi hija Hela en quien confiaba plenamente y me traicionó. Le contó a Azrael le secreto, que los dioses no somos necesarios para generar vida y por lo tanto podrían eliminarnos a todos y gobernar juntos en la oscuridad. Ahora Azrael se negaba a cumplir su cometido como así era esperado y Hela comenzó a destruir vida, incluso pretendía matarte a ti.
—¿Por qué a mí? —preguntó Kali.
—Porque si te mataba entonces ella se quedaba con tu tarea. Así pues, no tuve elección. Encerré a mi propia hija porque no tuve el valor de matarla y sí eso también me ayudó para controlar a Azrael, pero al final se reveló de todos modos.
Kali le miró dolorida —Lo siento… yo he matado a Orisha, a Orión e incluso a Hela y todo… ¿Para crear un mundo devastado? ¿En qué estaba pensando?
—Querías derrotar a Azrael y a su nueva creación, Ishmael. Azrael ya ha caído, pero Ishmael sigue vivo. Leith está demasiado débil después de derrotar a Ishmael y yo muchísimo más. Y si envío a algún dios a derrotarle acabará como Mitsuko.
—Yo puedo derrotarle —aseguró Kali.
—No, no puedes. En cuanto pises Sapta Dvipa con la guadaña de Hela quedará reducido a cenizas y si no te la llevas no tendrás el poder necesario para derrotarle.
Kali la miró seria y le tendió la guadaña a Mot —Quizás no necesite derrotarle, sino dejar que me derrote. Cuando muera podrás convertirme en la señora del inframundo y sabes que cumpliré con mi cometido. Ishmael se convertirá en la parca y estará a mis órdenes, obligado para la eternidad a cumplir mis órdenes.
Mot cogió la guadaña y le otorgó alas a Kali —Con estas alas podrás viajar hasta Withw rápidamente. ¡Vamos, vete! No tienes tiempo que perder.
Kali salió volando de Ciel y fue directamente hasta Withw lo más rápido que pudo. Allí se estaba desarrollando una pelea entre Ishmael, Yael, Eiko y Katara de lo más dividida. Katara montada sobre Snieg se encargaba de mantener a los demonios alejados de sus aliados, Eiko se encargaba de atacarle y Yael de proteger y curar a ambos.
Kali llegó hasta ellos exhausta, pero consiguió mantenerse de pie al lado de Yael. Inmediatamente sus alas desaparecieron.
—No has cumplido con el propósito que tenía previsto para ti Azrael por lo que veo, supongo que te has acobardado —comentó Ishmael.
—Así que Azrael tenía previsto desde el principio mi actuación.
—Por supuesto, aunque no previó que no trajeras la guadaña. ¿Cómo piensas derrotarme sin su poder? —inquirió Ishmael.
—Ahora lo verás.
Kali arremetió contra Ishmael y este por acto reflejo interpuso su espada entre ambos. La espada de Ishmael se clavó en el corazón de Kali y ella comenzó a desangrarse rápidamente. Ishmael confuso iba a retirar la espada, pero unos látigos surgieron del cuerpo de Kali y comenzaron a enrededar todo el cuerpo de Ishmael. Esté intentaba deshacerse de ellos gritando desesperado sin resultados.
—¿Qué está pasando? —preguntó Yael.
—Cuando alguien mata a La parca entonces ese alguien se convierte en La parca y está condenado a servir al nuevo señor del inframundo para la eternidad —dijo Eiko.
Cuando todos los látigos inundaron a Ishmael, su vestuario cambió. Ahora llevaba una túnica negra, larga. Su cara casi cadavérica no había cambiado, pero sí sus poderes. El cuerpo inerte de Kali cayó al suelo, pero una luz intercedió sobre ella. Su herida se curó y recuperó sus vestimentas de la muerte. Se acababa de convertir en la nueva señora del inframundo, pues sólo Mot podía elegir a quien encarnaba este papel.
Ismael se inclinó delante de Kali y ella asintió. Kali dio una orden y todos los demonios dejaron de luchar. Acompañada por Ishmael y los demonios volvió a las puertas del Averno, entró al inframundo y cerró las puertas tras sí las cuales desaparecieron justo después. De pronto los soldados entendieron que habían ganado la batalla y estallaron de júbilo. Las cosas volverían a la normalidad y la paz volvería a reinar en Sapta Dvipa.
La guerra de dioses había terminado.