Epílogo
Tras la gran explosión Sian cayó de rodillas y contempló la inmensidad del desierto con lágrimas en los ojos. Estaba en shock. Ran… estaba muerta. Los demás guerreros también se arrodillaron aquella pérdida había sido demasiado para ellos. Sian estaba destrozado, era como si le hubieran arrancado el corazón.
Todo había terminado, pero el precio para ello había sido demasiado alto. Muchos de ellos habían muerto y ahora lo desconocido se abría camino. La inquietud por el comienzo de otra guerra estaba presente, la muerte y la pérdida eran demasiado cercanas. No podían hacer nada salvo velar a aquellos que habían perdido. Así pues, cogieron los cuerpos de sus muertos para enterrarlos de nuevo en sus reinos y recogieron el campamento base. Nadie sugirió ir al volcán, la explosión no habría dejado ni siquiera un cuerpo al que despedir. Todos los ejércitos volvieron a sus respectivos reinos, ahora tocaba trabajar para reconstruir sus ciudades, para intentar dejar atrás la guerra y la muerte. Llegaron a Licht unos dos días después, harían un gran funeral por todos sus caídos y uno especialmente para la princesa quien había dado su vida para salvarlos a todos.
Ainara se levantó con ojeras en los ojos, había conseguido dejar de llorar, probablemente no le quedaban más lágrimas. Tras perder a Ran, todo había sido demasiado duro, demasiado… real. Pero debía pensar en su hijo no nato, debía continuar por él. Por instinto sabía que sería un chico y había pensado en llamarle, Alvery como su padre.
Ainara se vistió con túnica magenta y unos zapatos, después salió de la habitación de la mano de Jorell quien se había vestido con un jubón morado, pantalones negros y zapatos a juego, el vestuario oficial para el rey de Yaevdhal. El funeral de Ran sería transmitido a todos los reinos, para que los guerreros que la conocían en todo el mundo pudieran ver su despedida. Los funerales de Asra y Gildor también fueron trasmitidos. Todos habían perdido a alguien importante en aquella guerra. Ainara debía hablar en el funeral de su hija delante de su pueblo. Así pues, salió del palacio y subió al atril de la plaza. Todo el mundo calló, el silencio reinaba en Licht, Wiesse y Arene dónde se celebraban funerales parecidos al de Licht.
—Querido pueblo —anunció Ainara con la voz quebrantada—. Estamos aquí para despedir a todos lo que hemos perdido en la guerra, no olvidemos que sus muertes nos han conseguido que por fin reine la paz en nuestro reino. La pérdida nos ha afectado a todos, sobre todo con la perdida de nuestra princesa y gran guerrera, mi hija, Ran.
Ainara comenzó a llorar y Jorell subió a su lado para consolarla, tras calmarse, Jorell decidió tomar el testigo.
—En estos tiempos en lo que debemos superar estas grandes pérdidas debemos luchar una guerra distinta a la de antes, pero que no por ello es más fácil. Recordemos a nuestros seres queridos como héroes pues ellos dieron sus vidas para que nosotros podamos vivir ahora en paz. En esta placa están todos los nombres de aquellos que no regresaron a casa a nuestro lado y ahora también lo están en nuestros corazones.
El pueblo estaba enmudecido por el dolor y con el gran discurso de Jorell algunos explosionaron en llanto, otros en aplausos, pero nadie pudo seguir callado. En los demás reinos los funerales trascurrieron de forma parecida, pues a pesar de sus diferencias todos sentían lo mismo. Los próximos días se declararon luto oficial en todos los reinos y cuando terminaron, poco a poco el pueblo comenzó a reconstruir sus casas y a comenzar a convivir con la pérdida. Por fin podía respirarse la paz por la que habían luchado. Yaevdhal tomó las tierras de Dragavyr para intentar devolverle la vida a aquella tierra que un día fue un lugar hermoso. Comenzaron entonces a florecer nuevos árboles y plantas. Los ríos volvieron a fluir, la vida se abría paso sobre la muerte, y poco a poco parecía que todo volvía a la normalidad a todos los reinos. La conquista de Dragavyr terminó y ahora sería el condado de Raek cuya capital sería Osrath, que sería ahora parte del reino de Yaevdhal.
***
Mientras tanto en Varlsilare se celebrará una ceremonia de coronación para convertir a Abel en rey de Varlsilare. El pueblo parecía haber recuperado la alegría que perdieron con la guerra y todo el mundo parecía por fin alegre. La comida y bebida rondaba por la gran fiesta. En medio de la plaza estaba Abel y sentados a su lado: Cisqua, Aegnor, Hebe, Saeros y Eileen que se había convertido hacía poco en su prometida. La ceremonia la llevaría a cabo Lenwe como nuevo maestro drager de Varlsilare.
—Querido pueblo —gritó Lenwe—. Estamos aquí para coronar a nuestro príncipe Abel como nuevo rey de Varlsilare. Que traigan la corona. —Un joven trajo la corona, Lenwe la cogió y la puso sobre la cabeza de Abel—. Abel, ¿prometes ser fiel a la corona, a las leyes de Varlsilare, tratados de paz y leyes entre reinos, proteger a tu reino y cumplir tus obligaciones como rey de Varlsilare?
—Sí —respondió Abel.
—Yo, Lenwe, como maestro drager te nombro a ti rey de Varlsilare.
Abel se incorporó y saludó a su pueblo quien aplaudió a su nuevo rey.
—Gracias, gracias.
***
La fiesta de la coronación siguió entonces en Varlsilare y no era la única pues en Aurinko se había coronado recientemente a Priya como reina y ahora se celebraba una boda real. Priya se casaba con Sahele, el nuevo maestro drager y ahora rey.
Un sacerdote les uniría en matrimonio y les convertiría a ambos en soberanos de Aurinko. Priya iba vestida con un hermoso vestido blanco tradicional de Aurinko, de magas cortas y escote de barco. Sahele iba vestido con sus ropas tradicionales de maestro drager y el sacerdote iba vestido con una túnica negra, lo tradicional en Aurinko para las bodas.
—Queridos amigos y familia, hoy nos hemos reunido aquí para unir a Priya y Sahele en sagrado matrimonio. A pesar de las últimas tragedias sufridas en nuestro reino y de la pérdida de nuestro rey, Asra, ahora nos alegramos por ver una unión tan especial. Así pues, ¿deseas Priya unirte en matrimonio a Sahele, en lo bueno y en lo malo hasta que la muerte os separe?
—Sí —dijo Priya y le puso un anillo a Sahele.
—¿Deseas Sahele unirte en matrimonio a Priya, en lo bueno y en lo malo hasta que la muerte os separe? —preguntó el sacerdote.
—Sí —contestó Sahele y a continuación puso un anillo a Priya.
—Firmad estos papeles dando testimonio de que esta unión es consentida por ambos —el sacerdote les entregó un libro dónde se apoyaban unos pergaminos y ambos firmaron en él—. Pues por el poder que me ha concedido el reino de Aurinko yo os declaro marido y mujer.
Sahele besó a Priya en los labios y todo el mundo aplaudió, poco después volvieron a callarse pues ahora tocaba la ceremonia de coronación para Sahele. Al casarse con Priya se había convertido también en rey, pero debía jurar formalmente el cargo. El sacerdote trajo una corona dorada, Sahele se puso de rodillas y el sacerdote le puso la corona en la cabeza.
—¡Demos ahora lugar a la ceremonia de coronación! —interrumpió el sacerdote—. Sahele, ¿prometes ser fiel a la corona, a las leyes de Aurinko, tratados de paz y leyes entre reinos, proteger a tu reino y cumplir tus obligaciones como rey de Aurinko?
—Sí —respondió seguro Sahele.
—Desde ahora eres oficialmente rey de Aurinko —anunció el sacerdote.
Todo el mundo volvió a aplaudir y Sahele se levantó del suelo alegre. Priya le cogió de la mano y juntos caminaron de la sala de ceremonias a la habitación real dónde consagrarían la unión como marido y mujer.
Algunos meses después por fin pudieron reconstruir finalmente las ciudades de Wiesse, Arene y Licht, recuperando así la normalidad en las vidas de los ciudadanos de los distintos reinos. Los destructores de almas se eliminaron, ya no lo necesitarían pues los dragers habían sido eliminados. La paz gobernaba en Atlus.
***
En Licht se celebraba una fiesta por el fin de la guerra a pesar de las pérdidas. En el palacio habían invitado a muchos de sus amigos y la alegría por fin habitaba en sus corazones.
—Hola Sian, ¿cómo estás?
—Ran poco antes de morir me confesó que sentía algo por mí, fue lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Yo la amo desde hace mucho, pero no le dije nada hasta el último momento y ahora me arrepiento. Podría haber vivido más días maravillosos junto a ella antes de perderla para siempre —admitió Sian.
Eldric apareció y miró a Sian.
—¿Tomándote una copa Sian?
—Disculpad, pero estoy cansado —Sian se marchó de la sala pensativo.
—Los recuerdos y la pérdida a veces nos colapsan. Intentamos olvidar, pero creo que tan sólo puedes intentar vivir con ellos —dijo Eldric bebiendo de su copa.
—Tenemos que intentar ser felices. Le debemos eso a aquellos a quienes perdimos, sino su sacrificio habría sido en vano —aseguró Khai.
Sian estaba en su habitación dándole vueltas a la cabeza. Los recuerdos de Ran se amontonaban en su cabeza y no pudo evitar llorar. Las noches contemplando las estrellas y contándose chistes. Los días cazando dragers, habían compartido juntos risas y lágrimas. Tras la muerte de su padre y tras terminar sus estudios como guerrero drager fue a misiones en otros reinos y en una de ellas le asignaron a Ran como compañera.
A partir de entonces su vida cambió radicalmente, era como haber recuperado a la familia que perdió y ahora había perdido también a Ran. “ Necesito despedirme de ella “ comprendió Sian y en aquel momento decidió partir hacia Dragavyr.
Al final la reconstrucción del mundo había terminado y la paz se había instaurado finalmente en todos los reinos. Ahora que todos vivían menos años todo el mundo se comprometía antes y tenía hijos más jóvenes. Los humanos consiguieron tener de nuevo una comunidad de población importante y consiguieron sobrevivir como raza a igual que los flaks y los awyrs quienes subieron notablemente su población. Sian observaba el paisaje.
La destrucción y la muerte de las tierras del nuevo condado de Raek, antes conocido como Dragavyr, ahora habían sido sustituidas por la vida y la paz. Sian había viajado hasta allí para finalizar algunos tratados comerciales con la capital del condado, Osrath y de paso iría a visitar el volcán. Desde que vio morir a Ran no había regresado al volcán, y los recuerdos que había estado reprimiendo acudieron a él como una tormenta.
Sian miró el volcán con lágrimas en los ojos y caminó hasta la cima. Una vez allí tiró los documentos de Myrna y los destructores de almas que quedaban. Todo quedó reducido a cenizas. En parte había ido hasta allí para eso, pero ahora se quería despedirse de Ran.
Sian se acercó hasta el volcán y miró al horizonte.
—No puedo soportar la idea de haberte perdido para siempre. Mi corazón te ha pertenecido desde que bailaste conmigo por primera vez. Quiero que sepas que los pocos días que he podido tener tu amor han sido los mejores de mi vida. Te quiero y jamás te olvidaré. Tu recuerdo es lo único que me queda ahora que ya te has ido para siempre. —Sian se limpió las lágrimas y miró al interior del volcán—. Nunca te olvidaremos guerrera drager.