
Lucía miraba a través de la ventana al exterior desde su habitación vacía. Hacía tiempo que estaba sola. Y aunque estaba acostumbrada, llevaba demasiado tiempo, en aquella fría habitación. Como esperando que entrara un poco de luz y esperanza a través de la ventana.
En el exterior la gente caminaba despreocupada; apenas se detenían a mirar a su alrededor y ella les compadecía por no valorar la belleza de lo que les rodeaba. Ella estaba deseando sentir el sol sobre su piel blanca como la nieve, cerrar sus ojos de color miel y disfrutar de su nueva vida.
– Hola Lucía- dijo una voz masculina a su lado.
– Hola doctor García. ¿Es ya la hora?- preguntó Lucía.
– Sí, debemos irnos. Hoy es el día de tu alta. Por fin has superado el cáncer, eres una luchadora.
– Gracias. Creo que después de todo lo que me ha pasado en los últimos meses miraré las cosas de forma distinta. Incluso echaré de menos mirar por la ventana- reconoció Lucia.
– Nosotros también te vamos a echar de menos Lucía, todo el equipo quiere despedirse de ti. Vamos te llevo con ellos y después a casa. ¿Te parece bien?- preguntó el doctor y Lucía asintió como respuesta- Bien, vamos.
El doctor ayudó a Lucía a subirse en una silla de ruedas y salieron de la habitación . Mientras se marchaban Lucía echó una última mirada a la ventana, ahora su nueva vida la esperaba.
Una visión a una nueva vida que se abre a lucía a través de esa ventana, tras la superación de un cáncer. Una mujer que ve la vida ahora de otro modo, que la comprende en su total belleza, y que incluso siente lástima por las personas que no son capaces de verla como ella. Una historia conmovedora narrada en un tono que no resulta sensiblero, y que logra que el lector empatice con la protagonista.
Saludos, Elena.
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Muchas gracias Ricardo
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Muchas veces a raíz de una desgracia o mala época empezamos a valorar la belleza de la vida y las gentes que nos rodean…
Un abrazo y felicidades por tus letras…
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Muchas gracias!
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